(Por Javiera Sarraz, Política Obrera de Argentina)
Miles de mujeres y varones de 20 ciudades de Irán han salido a protestar contra el asesinato de la joven iraní, Mahasa Amini, a manos de la llamada Policía de la Moral. El régimen clerical iraní ha reconocido 35 muertes en la represión a un movimiento que no cede. Las autoridades reconocen además haber encarcelado a 739 personas de las cuales 60 son mujeres.
La joven, de 22 años, fue torturada en una comisaría de Teherán el pasado viernes, luego de que la Policía la detuviera en la calle por el ‘incorrecto’ uso de la hiyab, el velo musulmán que cubre el pelo de las mujeres, y cuyo uso es obligatorio en Irán desde 1979. La tortura que recibió Amini durante la “hora de reeducación” que le dio la policía, le provocó un ataque al corazón, y murió poco más tarde en un hospital de la capital. El sábado 24 el presidente iraní Ebrahim Raisi llamó a “actuar con decisión contra los que se oponen a la seguridad y tranquilidad del país” ante la persistencia de la movilización.
Las protestas por el asesinato de Amini comenzaron en su ciudad natal, Saqez, ubicada en el Kurdistán iraní, una nacionalidad oprimida en varios estados del Medio Oriente – Turquía, Irak, Irán, Siria. Las manifestaciones se extendieron rápidamente por todo el país. Mujeres y también varones se enfrentaron contra la policía y fuerzas paramilitares, lanzando piedras; quemando contenedores de basura; e incluso volcando y quemando vehículos policiales. La protesta contra el asesinato y la opresión de la mujer tiene un fondo social pre-revolucionario, que se ha manifestado en huelgas y movilizaciones masivas en los últimos años.
En la ciudad de Sari, las y los manifestantes cercaron el ayuntamiento y quemaron fotografías de Ali Jamenei, el líder político-clerical del país, que ejerce un poder de veto sobre las instituciones electas. En las universidades, los estudiantes se han manifestado con barricadas bajo consignas como “Justicia, libertad, no al hiyab obligatorio” y “Somos los niños de la guerra. Vengan y luchen, y nosotros responderemos”. Las mujeres iraníes tomaron las armas en la guerra desatada contra Irán por Estados Unidos e Irak, a fines de los 80 del siglo pasado. La represión clerical no ha podido erradicar esta intervención extraordinaria de la mujer en la lucha nacional, y la ve como un factor político revolucionario contra el sistema. Detrás de la imposición del hijab se encuentra el pánico de los ayatollahs a una guerra civil.
Hasta ahora las autoridades reconocen 35 manifestantes asesinados por la policía, entre ellos una niña de 10 años por un balazo en la cabeza; y más de 750 detenidos. Las ONG en la región contabilizan hasta 50 muertos y más de 1300 detenidos.
Durante las jornadas de protestas el gobierno ha inhabilitado el acceso a Internet para evitar la circulación de material audiovisual sobre los enfrentamientos e impedir que los manifestantes ocupen las redes para organizar punto de concentración.
La policía de los Ayatollahs contra las iraníes
La llamada Gasht-e Ershad, la “Policía de la Moral”, es un servicio militarizado que recorre las calles de Irán para asediar a las mujeres iraníes que no cumplan con el código obligatorio de vestimenta impuesto por los Ayatollahs y el gobierno. Es apenas una parte de un vasto aparato de represión para estatal.
Este código impone el uso del velo, que debe ocultar la mayoría del cabello; el uso de pantalones y abrigos holgados y largos que escondan la figura corporal; la prohibición del uso ‘excesivo’ del maquillaje; y otras cuestiones como prohibir charlas extensas con varones que no sean de su familia. La tutela estatal sobre las mujeres es una columna vertebral de un estado policial-militar.
Las mujeres que no cumplan con este código pueden ser detenidas por las patrullas de la Policía de la Moral. Las multas por sumas muy elevadas han convertido a la Policía en verdaderos recaudadores de dinero para el Estado. Las mujeres son sometidas a una hora de tortura durante la llamada ‘hora de reeducación’ en las comisarías; y flageladas en público con decenas de latigazos. Estas patrullas están compuestas mayoritariamente por varones, pero también por mujeres policías. Estas últimas visten el ideal de los ayatollahs: un velo llamado ‘chador’, que cubre a las mujeres desde la cabeza hasta los pies, dejando al descubierto únicamente el rostro. Esta policía suele recibir apoyo represivo de los Basich, una fuerza paramilitar creada por el ayatollah Ruhollah Musavi Jomeini también durante la guerra con Irak en los años ‘80.
Pero estas persecuciones no han sido los únicos ataques en regla contra las mujeres iraníes. El gobierno teocrático también eliminó las leyes de protección familiar de 1973, que permitían el derecho al divorcio y prohibían el matrimonio infantil. Ahora el derecho a la anticoncepción se encuentra abolido; y la pedofilia se encuentra legalizada, pues los varones pueden contraer matrimonio con niñas desde los 9 años de edad.
Las lecciones de moral misógina de los ayatollahs tiene dos facetas: la de la represión en el ámbito público, y la del proxenetismo en el ámbito privado, toda vez que se sostienen y ocultan los negocios de la prostitución en ‘ciudades santas’ como Mashhad, verdaderos nidos del turismo sexual sobre todo durante las fechas de peregrinación ‘espiritual’.
Las protestas por el asesinato de Mahasa Amini se insertan en el marco de movilizaciones y huelgas y ocupaciones de fábricas que han protagonizado mujeres, estudiantes y obreros durante las últimas décadas en Irán. Y en los últimos dos años han trascendido protestas por la falta de agua en los hogares y casos de corrupción; entre otras expresiones por parte de los trabajadores ante el creciente empobrecimiento y miseria de sus hogares.
Las consignas del laicismo aplicadas al derecho de las mujeres a determinar su propia vida, se conjugan con una lucha de clases más vasta que vuelve a colocar a Irán, como en los años 20 y los 40 y 50 del siglo pasado, en un terreno histórico revolucionario y socialista.